La desilusión es uno de los sentimientos que más odio. Lo más curioso de todo es que viene siempre después de una ilusión y nadie nos obliga. Me explico. Si no nos ilusionáramos no nos desilusionaríamos, pero es imposible.
Que sería una vida sin ilusiones, seguramente una vida sin desilusiones pero sin esperanza ni emoción. Ni alegría ni pasión. Nos pasaríamos días y días sin tener ganas de nada. Los objetivos son ilusiones que se cumplen o no. Imaginaros una vida sin objetivos.
Pero la verdad es que a veces nos hacemos ilusiones por cosas que sabemos que acabarán mal, y aún así, seguimos adelante. A veces no entiendo por qué somos así. Sabiendo que nos va a doler, que nos pasaremos mucho tiempo arrepintiéndonos de ello, seguimos adelante. ¿Somos masoquistas? ¿Nos gusta sufrir?
Alguien dijo una vez que el ser humano está diseñado para sufrir. El hombre no sabría vivir sin sufrimiento, y creo que algo de razón tiene. Muchas veces, nosotros mismos hacemos que situaciones normales se conviertan en situaciones tormentosas y todo producto de nuestra imaginación. Somos capaces de ver el lado malo de absolutamente todo, y acabamos incluso convenciéndonos de ello. No tiene ningún sentido, pero resulta que es así.
Pero todos hemos sufrido desilusiones, unas pequeñas y llevaderas y otras grandes y dolorosas. Somos así, nos gusta fluctuar, arriba, abajo, arriba, abajo. ¿Hay algo para el dolor de la desilusión? Seguramente lo más rápido sea no ilusionarse, pero, quien quiere vivir sin ilusión…